
El cacao de Nariño es una joya del Pacífico colombiano que ha conquistado paladares en todo el mundo. En municipios como Tumaco y en la subregión de Cordillera; Policarpa, El Rosario y Leiva, comunidades rurales han transformado sus fincas familiares en verdaderos jardines de cacao fino y de aroma, un producto que evoca la tradición ancestral del llamado “alimento de los dioses”.
Este cacao, con notas frutales y suaves, es la base de chocolates de alta gama que no solo destacan por su calidad, sino también por el impacto social que generan: su cultivo ha impulsado proyectos de paz y desarrollo comunitario, donde el liderazgo femenino ocupa un papel protagónico al recuperar y preservar las tradiciones cacaoteras heredadas de generación en generación.
La tradición en Nariño invita a disfrutar el cacao en múltiples formas: desde el clásico chocolate caliente artesanal, preparado con habas tostadas, panela y especias, hasta las tabletas de molienda tradicional, que llevan consigo la esencia del trabajo campesino. Además, su versatilidad se refleja en postres y bebidas, como licores o dulces a base de chocolate, donde el cacao es sinónimo de unión y celebración.
Este legado se vive con intensidad, especialmente en Tumaco, donde cada año entre junio y septiembre, tras las cosechas, se rinde homenaje a este producto estrella que une historia, sabor y esperanza para toda la región.
Probar el cacao nariñense es mucho más que degustar chocolate: es sumergirse en una experiencia cultural que combina tradición, resiliencia y el inigualable sabor del Pacífico andino.