El viche es mucho más que un aguardiente: es el espíritu ancestral del Pacífico colombiano, un símbolo de resistencia, cultura y tradición afrodescendiente que en Nariño cobra vida principalmente en Tumaco y la costa sur.
Este licor artesanal se obtiene a partir del guarapo —jugo de caña cruda fermentado—, que tras varios días de reposo es destilado en alambiques rústicos por las manos expertas de las sacadoras, mujeres guardianas de este saber tradicional. El resultado es un aguardiente de entre 30 y 35 grados de alcohol, con un sabor suave, notas herbales y una historia que se disfruta en cada sorbo.
En la tradición del Pacífico, el viche no solo era una bebida: se usaba con fines medicinales, rituales y comunitarios, convirtiéndose en un emblema cultural afro. Hoy se consume puro o en deliciosas variantes aromatizadas, como el arrechón (con especias y leche condensada) o el tumbacatre (con cáscara de plátano), bebidas que encienden las fiestas y celebraciones del litoral.
El viche es protagonista en reuniones sociales y festivales culturales, y ha alcanzado escenarios de gran prestigio como el Festival Petronio Álvarez en Cali, donde representa con orgullo la tradición licorera del Pacífico.
Degustar un trago de viche en Nariño es abrirse a un viaje sensorial y cultural, donde el sabor del aguardiente se mezcla con la memoria, la identidad y la alegría de su gente.