El Templo de San Andrés es uno de los lugares de culto más emblemáticos de Pasto, con una historia que se remonta al siglo XVI. Su construcción y evolución han estado marcadas por eventos naturales y esfuerzos comunitarios que lo han convertido en un símbolo de la fe y la tradición religiosa de la región. En este templo se conserva una de las imágenes más veneradas de la ciudad, «La Dolorosa», que cierra las procesiones de Semana Santa y refuerza su importancia dentro del patrimonio espiritual de Pasto.
Historia
La construcción estuvo a cargo del albañil español Íñigo de Erazo, pero, según el cronista Sañudo, debido al apresuramiento, la edificación no tuvo la solidez esperada y colapsó en 1591. Desde el siglo XIX, el templo ha sido hogar de la venerada imagen de «La Dolorosa», donada por la familia Delgado Narváez el 29 de junio de 1806, la cual se ha convertido en un símbolo de la fe pastusa. En 1938, el padre Lidoro Santacruz emprendió la reconstrucción del templo, un esfuerzo que ha sido continuado por diversos párrocos a lo largo de los años, embelleciendo y dotando al templo de elementos artísticos y arquitectónicos que enriquecen su valor histórico.
Arquitectura
El Templo ha experimentado diversas reconstrucciones a lo largo de los siglos, adaptándose a los estilos arquitectónicos predominantes de cada época. La versión actual del templo es el resultado de la restauración iniciada en 1938, con una estructura sólida y elementos decorativos que reflejan la influencia colonial y neoclásica. Sus líneas arquitectónicas, altares y detalles en madera y piedra muestran la dedicación de los feligreses y de los párrocos que han trabajado en su conservación y embellecimiento.
Patrimonio Cultural
Este templo no solo representa un punto de referencia arquitectónico, sino que también es un espacio de gran relevancia dentro de la cultura y la religiosidad de Pasto. La imagen de «La Dolorosa», una de las más veneradas por los fieles, cierra las procesiones de Semana Santa, convirtiendo al templo en un epicentro de las festividades religiosas de la ciudad. Además, su historia vinculada a la devoción y la reconstrucción constante lo convierte en un símbolo de la resiliencia y la fe del pueblo pastuso.